Doñana un paraíso natural

Lince ibérico - Doñana

Entre las marismas y el mar, en Doñana se suceden áreas de monte mediterráneo, pinares, lagunas, dunas, corrales y playas que se complementan formando un paraíso de contrastes en mutua dependencia. Pero los contrastes se suceden también a lo largo de las estaciones: la marisma se calienta, se seca y se resquebraja en verano y, por el contrario, se inunda de agua y se enfría en invierno; aguas saladas y dulces tampoco se reparten por igual en lagunas y marismas, en otoño y primavera.

Ambientes tan diversos proporcionan entornos adecuados para la cría y el refugio de una rica fauna. El lince, oculto en el matorral, acude por las noches a dunas y corrales o penetra en la marisma tras los patos. Desde el monte, gamos, ciervos o jabalíes acuden a los frescos pastizales de la vera de la marisma, y durante el verano, cuando ésta se seca, buscan los lucios y lagunas.

Las aves acuáticas se concentran principalmente en la marisma, pero pueblan todo el territorio de Doñana. El trasiego es constante desde la marisma a las lagunas o incluso a la misma playa. Bullicio permanente de día y de noche, en la arena, en los pinares, en el agua. Es la vida que sigue.

La vera de la marisma

Meloncillo - Doñana

La estrecha y larga franja que bordea la marisma y la separa del matorral o del monte, conocida como la vera, representa el contraste, la fragilidad y la riqueza biológica de Doñana.

En la humedad de sus pastizales se entremezcla la fauna de los ecosistemas contiguos. Miles de ciervos, gamos y conejos acuden en verano a comer juncos, helechos y lirios. Desde los cercanos brezales acechan sus presas linces y meloncillos. En los fangos marismeños se baña el jabalí. Al frescor de los suelos acuden culebras, víboras y anfibios. Milanos y águilas sobrevuelan los cielos.

En la vera sobreviven, aislados, centenarios alcornoques que delatan la presencia de un primitivo bosque. En sus esqueléticas ramas anidan garzas y espátulas. Son las pajareras.

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